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7 de septiembre de 2020

[COLUMNA] Escuela Normal y procesos educativos futuros

El proceso educativo nacional, manifiesta por estos días un proceso donde su horizonte se replantea, una vez más, sobre sus objetivos, alcances y metodologías. A diferencia de otras instancias, en esta oportunidad, es la emergencia sanitaria originada por la pandemia del Coronavirus, la que está impulsando el debate en donde la sociedad, desde sus más diversas miradas y posiciones, tiene algo para decir.

Con todo el esfuerzo que realizan educadores, familias, estudiantes y el propio Estado para brindar una educación cada día mejor, el análisis, serio y responsable, siempre nos lleva a pensar en cómo el proceso educativo puede mejorar y superar la contingencia, por ejemplo, la actual, de la mejor forma posible.

Un alcance en esta incompleta y perfectible reflexión tiene relación con la consideración de las diversidades existentes en el país, y el caso particular de las regiones, como la de Magallanes, en la discusión sobre la educación, los contenidos y las necesidades de su comunidad educativa.

Resultaría muy difícil comenzar a debatir sobre educación, si no tenemos en cuenta las particularidades existentes y los procesos que le son propios en todo ámbito, especialmente en el educativo.

Una mirada al pasado puede ayudarnos a enriquecer el intercambio de ideas, pensamientos y propuestas.

Con nostalgia recordamos la época de las reconocidas Escuelas Normales. Instituciones educativas por excelencia diseminadas a lo largo y ancho y creadas bajo referencia europea, en Chile adquirieron una relevancia impensada por esos días, generando una verdadera revolución formativa de profesionales de la educación que, hasta el día de hoy, recordamos.

Por estos días evocamos la vida de estas instituciones que marcaron a fuego la calidad, sentido y propósito de nuestra educación chilena.

Coincidiendo con la conmemoración de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria en 1920, hace algunos días recordamos con cariño a los maestros y maestras normalistas de todo el país, y muy especialmente a los magallánicos y magallánicas que se han encargado de honrar la formación de la Escuela Normal con pasión y responsabilidad.

Sin temor a equivocarnos, las Escuelas Normales fueron las que mejor interpretaron y aquilataron la idiosincrasia y esencia cultural del país en una expresión amplia y compleja, capaz de direccionar los procesos educativos para dar acabadas respuestas que la sociedad incipiente requería.

La formación de sus alumnos y futuros docentes era integral. Tanto en lo cognitivo como en áreas diversas que complementaban las mallas curriculares diseñadas según el contexto local de cada sede.

Los alumnos debían demostrar no sólo interés, también una vocación y mística especiales por lo que estaban emprendiendo. No se trataba de un establecimiento más. Las Escuelas Normales te formaban como personas, educador y lo que era más importante con las políticas educativas del momento, un real agente de cambio en esa sociedad a la que te insertabas.

Por medio de una educación que buscaba formar profesionales dispuestos a dialogar por sobre todas las diferencias, a escuchar y plantear argumentos sólidos, con una empatía real con su entorno, los normalistas nos han entregado a lo largo de toda la vida una profunda riqueza.

No hay duda de que hacen grandes esfuerzos por entregar cada día una mejor educación para niños y jóvenes, que el debate continuará y que la emergencia sanitaria traerá nuevos temas y aspectos que deberán ser abordados en términos educacionales. Por ahora, nos tomamos un momento para reconocer a profesores y profesoras normalistas que tanto nos han entregado.

Por Nelson Cárcamo Barrera
Gobernador de la Provincia Antártica Chilena
Columna de opinión publicada en suplemento Análisis de Diario El Pingüino
6 de septiembre de 2020.